Luis-Tomas Zapater Espí.
Candidato de DN Europeas 2014.
Tenía
una deuda pendiente con todos aquéllos que confiaron en mí en mi
primera experiencia política que terminó de manera abrupta hace casi
tres meses, y que había postpuesto (pese a que se vertieron contra mí de
manera cobarde y anónima todo tipo de injurias que merecían respuesta)
para dedicarme plenamente a la enorme tarea que ha hecho Democracia
Nacional en estas últimas elecciones europeas. En el momento actual,
liberado de la carga electoral, he creído conveniente realizar algunas
aclaraciones sobre un tema de mi pasado reciente que considero
importante de cara a nuestro electorado.
Hasta
no hace mucho mi relación con la política era la de un espectador.
Desde mi más temprana juventud me apasionó la historia, la religión y la
política, y hasta solo hace unos meses había estado durante toda mi
vida con el deseo insatisfecho de poner lo mejor de mí mismo al servicio
de mi Comunidad. Las cosas empezaron a cambiar a partir del año 2012,
cuando impartí en La Carolina una conferencia con motivo del 800º
aniversario de la Batalla de las Navas de Tolosa que suscitó gran
interés hasta el punto de que fui invitado por un amigo de mis oyentes a
exponer una segunda conferencia en Zaragoza (en septiembre de 2013),
sobre “LEGISLACIÓN, CULTURA Y POLITICA DE DEFENSA”, a raíz de la cual se
suscitaron diversas reacciones en los medios de comunicación y entre
los políticos de algunos partidos con representación parlamentaria.
La
polémica suscitada por mi intervención en la Academia Militar de
Zaragoza fue aprovechada por los responsables de un medio de
comunicación que en principio parecía que se identificaban con los
ideales que postulaba, y que me ofrecieron públicamente la posibilidad
de adherirme a su proyecto político, (de reciente creación), dando un
paso al frente con ilusión y entusiasmo. Examinada mi breve andadura por
ese proyecto político fracasado, como creo que soy responsable no sólo
de mis actos sino de aquellos que han depositado su confianza en mí creo
que es de justicia hacer algunas reflexiones públicamente para
conocimiento general:
En
primer lugar, quiero pedir perdón a quienes creyeron en mí por mi
ingenuidad a la hora de dar oído a aquellos que careciendo de valor para
ir de frente, se postularon como amigos sin serlo y con la misma
facilidad pasaron en un breve lapso de la adulación más servil al
improperio desbocado sin la más mínima decencia ni lealtad, obrando de
manera diametralmente opuesta a la que obré yo con ellos. Y digo lealtad
porque mi lealtad es hacia las ideas, no hacia las personas por muy
encumbradas que se crean.
Algunos
confunden la realidad nacional con la conciencia que de esa realidad
tiene nuestro pueblo, y eso les lleva a no tener claro, por un lado, la
relación de su proyecto político con la sociedad en la que viven ni con
las fuerzas del campo patriótico, y por otro lado, la clase de partido a
la que aspiran. ¿Se trata de un partido de cuadros? ¿Se trata de un
partido de masas? ¿Se trata de un partido de electores? ¿Se trata de un
partido de notables? ¿Se trata de un partido de una minoría ilustrada?
¿Se trata de un partido de vanguardia revolucionaria? ¿Se trata de un
partido de activistas? ¿Se trata de un partido de iluminados? ¿O se
trata de la marca B del PP para conseguir que nada surja a su derecha?
Eso
depende de lo que entendamos por partido. Si por partido entendemos un
instrumento al servicio de unas ideas es una cosa. Ahora bien, si por
partido entendemos “una alternativa efectiva a la incapacidad de los
partidos patrióticos para oponerse a la casta política” (como dice un
conocido periodista de Málaga), y que la razón de crear este “partido”
es la incapacidad de los otros, lo que hay que aclarar es ¿Qué entiende
dicho “partido” por “partidos patriotas?” Resulta pertinente esta
pregunta porque el arte de la política consiste en suscitar acuerdos,
alianzas y uniones en torno a las ideas. El hecho de fletar unas siglas
con un proyecto presuntamente patriota pero incapaz de relacionarse con
aquellos que él mismo califica de patriotas hace que desde los primeros
obstáculos y confrontaciones a los que tuve que hacer frente en mi labor
por la unidad de los patriotas, (obstáculos orquestados a mis espaldas
precisamente por parte de algunos compañeros de aquel partido),
lógicamente albergara progresivamente serias dudas sobre la naturaleza y
el alcance de dicho proyecto político, hasta cuando se llegó a un punto
de no retorno, y por dignidad personal y coherencia con mis ideas no
tuve más remedio que la dimisión. No dudo de que en dicha formación
puedan hallarse todavía hoy personas sin tacha y de indudable entereza
moral, pero el partido como tal no ofrecía un horizonte claro a
consecuencia de las turbias acciones de sus máximos dirigentes, y
faltaría gravemente a la verdad si dijera otra cosa. Teniendo en cuenta
estos antecedentes, ¿Es creíble para el patriota español que un partido
con una vida tan escasa, -medio año desde su creación- con una
experiencia tan “esperpéntica” (como dijo Xavier Rius en su blog sobre
él cuando se enteró de que no había conseguido los avales necesarios
para presentarse a las elecciones), pretenda ahora que se disuelvan
todos los demás partidos patriotas para que se integren todos en él?
¿Alguien puede creer que este tipo de medidas solucionan el problema
interno del patriotismo español, o por el contrario es perceptible que
polucionan más si cabe el mal ambiente entre las formaciones?
Algunos,
que han criticado mucho a Jiménez los Santos por confundir la política
real con el espectáculo informativo sobre la política, han acabado
cayendo en la misma trampa. Por mucha audiencia que tenga un periodista
en la opinión pública, o sobre la política que genere, ésta no puede
traducirse en una respuesta a la política con mayúsculas, en el plano de
la movilización ciudadana, si no existe una base humana, organizativa,
económica y moral que la sustente. Y aquéllos que careciendo de esa
base (sobre todo de la moral, de la que presumen y carecen por completo)
traten desde ciertos medios de comunicación de crear desde cero un
movimiento político, o son unos ingenuos o son algo mucho peor por jugar
con la ilusión de aquellos que desde nuestro idealismo y desinterés
habíamos apostado por una opción que parecía revestida de una solvencia
que resultó ser una cortina de humo. Aunque tal vez quede una tercera
posibilidad: La de aquéllos que con apoyo directo o indirecto del
Sistema tratan de impulsar con limitado eco social por determinados
medios publicitarios una opción destinada a dividir y enfrentar a las
fuerzas patrióticas, como así ha sido.
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