domingo, 6 de octubre de 2013

LA MAGIA Y EL TERROR SOBRENATURAL EN LA CULTURA GRECORROMANA




Junto a la conocida religión oficial basada en la mitología de los dioses olímpicos tradicionales y de los sistemas filosófico-naturalistas, existía una muy difundida creencia en potencias sobrenaturales de rango menor que los dioses pero temibles para los mortales, y de influencia más inmediata sobre  estos.
Estas entidades procedentes del más allá, en ocasiones ligadas a lugares como fuentes, bosques o espacios singulares, eran denominadas  demonios o genios. Podían influir sobre asuntos humanos como las enfermedades, el futuro, las relaciones amorosas o la venganza sobre los adversarios. Mediante recursos como las palabras, fórmulas, encantamientos y rituales era posible invocar a esos poderes procedentes de ámbitos ajenos a la realidad perceptible.


Para abrir los canales que permitían la manifestación terrenal de esos seres extraordinarios y  obtener de ellos las peticiones deseadas, se encargaban expertos en tales asuntos: hombres santos, magos, hechiceros y brujos, o sus equivalentes femeninas. 


Era opinión extendida que esos demonios, genios o fantasmas  estaban estrechamente relacionados con el mundo de los vivos, hasta el punto de que podían llegar a poseerlos o manifestarse alterando  excepcionalmente el devenir natural de las cosas. Por tanto, al igual que se hacía en el culto a los dioses, era conveniente tratar a estas entidades caprichosas de manera respetuosa y atraer su protección o azuzar su hostilidad, según conviniera,  entregándose en definitiva a prácticas mágicas.
Los testimonios de diversas épocas del mundo griego y romano dejan abundantes pruebas del interés que despertaba la magia en todos los estratos sociales.


Ya en la antiquísima “Odisea” de Homero  tenemos el episodio tétrico del descenso de Ulises al Hades infernal para interrogar  las sombras de los difuntos mediante sacrificios de sangre.  La Rapsodia XI de la obra de Homero esta dedicada íntegramente a narrar esta evocación:


“ Circe nos ha indicado que hemos de hacer un viaja a la morada de Hades y la venerada Perséfone para consultar el alma del tebano Tiresias (…) después de haber rogado con votos y súplicas al pueblo de los difuntos, tomé las reses, las degollé encima del hoyo, corrió la negra sangre y al instante se congregaron, saliendo del Érebo, las almas de los fallecidos (…) agitábanse con grandísimo murmullo alrededor del hoyo, unas por un lado y otras por otro, y el pálido terror se ensoñereó  de mí (…)
Después de cumplir su cometido de interrogar a Tiresias, Odiseo/Ulises dialoga con los espíritus de parientes y amigos muertos, como su madre Anticlea. En una escena a la vez patética y repúgnante a la vez,  tras beber la sangre del sacrificio Anticlea recobra temporalmente la consciencia “ Me reconoció de súbito y díjome: ¡ Hijo mío ! ¿ Como has bajado en vida a esta oscuridad tenebrosa? Difícil es que los vivos puedan contemplar estos lugares, separados como están por grandes ríos, por impetuosas corrientes”


ULISES EN EL HADES INTERROGANDO A LAS SOMBRAS DE LOS MUERTOS, SEGÚN LA VISIÓN DEL FRANCÉS BOUCHARDON EN EL SIGLO XVIII

 Más adelante, charla con el espíritu del rey Agamenón, asesinado en una conjura doméstica por su esposa, y con el héroe Aquiles, que le interpela recordándole el peligro que corre “ ¿ Como te atreves a bajar a la mansión del Hades, donde residen los muertos, que están privados de sentidos y son imágenes de los hombres que ya fallecieron?”  En otro momento Aquiles le refiere el vacío  de su  existencia fantasmal privada de toda alegría  “No intentes consolarme de la muerte, esclarecido Odiseo: preferiría ser labrador y servir a otro hombre indigente que tuviera poco capital para mantenerse, a reinar sobre todos los muertos”


La creencia sobrenatural es perfectamente rastreable en muchos de los argumentos de las poesías  y textos conservados de populares autores y sabios grecorromanos como Virgilio, Séneca, Lucano, Silio Itálico, etc. En prosa uno de ellos, el vividor y consejero del emperador Nerón, Petronio, narraba nada menos que un episodio de licantropía.
En la carta de Plinio el Joven a Sura encontramos ecos del mismo tono. Narra tres sucesos, uno de apariciones que profetizan el futuro ( el caso de Curcio Rufo ),  otro vinculado a una casa encantada en Atenas dominada por la presencia de un alma en pena que es la emanación de un cadáver en pena enterrado en la vivienda, y el último referido a un augurio que le concernió personalmente.

“Gayo Plinio saluda a su amigo Sura
1. La falta de ocupaciones me brinda a mí la oportunidad de aprender y a ti la de enseñarme. De esta forma, me gustaría muchísimo saber si crees que los fantasmas existen y tienen forma propia, así como algún tipo de voluntad, o, al contrario, si son sombras vacías e irreales que toman forma por efecto de nuestro propio miedo.
2. A que crea que existen los fantasmas me mueve sobre todo esto que he oído que le ocurrió a Curcio Rufo. Todavía joven y desconocido había formado parte del séquito del nuevo gobernador de la provincia de África. Al declinar el día paseaba por el pórtico: le sale al paso la figura humana de una mujer muy alta y hermosa. Ante su estupor ella le dijo que era África, mensajera de las cosas futuras. Le dijo también que él iría a Roma, que llevaría a cabo su carrera política y que volvería a esta misma provincia con el poder supremo, donde finalmente moriría. 3. Todas estas cosas se cumplieron. Pasado el tiempo, cuando llegaba a Cartago y salía de la nave se cuenta que se le apareció la misma figura en la playa. Como él mismo había sido presa de la enfermedad, tras augurar la adversidad que le esperaba en relación con las cosas buenas ya cumplidas, abandonó su esperanza de curación a pesar de que ninguno de los suyos la había perdido.
4. ¿Pero no es acaso más terrorífico y no menos admirable lo que voy a exponer ahora, tal como me lo contaron? 5. Había en Atenas una casa espaciosa y profunda, pero tristemente célebre e insalubre. En el silencio de la noche se oía un ruido y, si prestabas atención, primero se escuchaba el estrépito de unas cadenas a lo lejos, y luego ya muy cerca: a continuación aparecía una imagen, un anciano consumido por la flacura y la podredumbre, de larga barba y cabello erizado; llevaba grilletes en los pies y cadenas en las manos que agitaba y sacudía. 6. A consecuencia de esto, los que habitaban la casa pasaban en vela tristes y terribles noches a causa del temor; la enfermedad sobrevenía al insomnio y, al aumentar el miedo, la muerte, pues, aun en el espacio que separaba una noche de otra, si bien la imagen había desaparecido, quedaba su memoria impresa en los ojos, de manera que el temor se prolongaba aún más allá de sus propias causas. Así pues, la casa quedó desierta y condenada a la soledad, abandonada completamente a merced de aquel monstruo; aún así estaba puesta a la venta, por si alguien, no enterado de tamaña calamidad, quisiera comprarla o tomarla en alquiler.
7. Llega a Atenas el filósofo Atenodoro, lee el cartel y una vez enterado del precio, como su baratura era sospechosa, le dan razón de todo lo que pregunta, y esto, lejos de disuadirle, le anima aún más a alquilar la casa. Una vez comienza a anochecer, ordena que se le extienda el lecho en la parte delantera, pide tablillas para escribir, un estilo y una luz; a todos los suyos les aleja enviándoles a la parte interior, y él mismo dispone su ánimo, ojos y mano al ejercicio de la escritura, para que su mente, desocupada, no se imaginara ruidos supuestos ni miedos sin fundamento. 8. Al principio, como en cualquier parte, tan sólo se percibe el silencio de la noche, pero después la sacudida de un hierro y el movimiento de unas cadenas: el filósofo no levanta los ojos, ni tampoco deja su estilo, sino que pone resueltamente su voluntad por delante de sus oídos. Después se incrementa el ruido, se va acercando y ya se percibe en la puerta, ya dentro de la habitación. Vuelve la vista y reconoce al espectro que le habían descrito. 9. Éste estaba allí de pie y hacía con el dedo una señal como llamándole. El filósofo, por su parte, le indica con su mano que espere un poco, y de nuevo se pone a trabajar con sus tablillas y estilo, pero el espectro hacía sonar las cadenas para atraer su atención. Éste vuelve de nuevo la cabeza y le ve haciendo la misma seña que antes, así que ya sin hacerle esperar más coge el candil y le sigue. 10. Iba el espectro con paso lento, como si le pesaran mucho las cadenas; después bajó al patio de la casa y, de repente, tras desvanecerse, abandona a su acompañante. El filósofo recoge hojas y hierbas y las coloca en el lugar donde ha sido abandonado, a manera de señal. 11. Al día siguiente acude a los magistrados y les aconseja que ordenen cavar en aquel sitio. Se encuentran huesos insertos en cadenas y enredados, que el cuerpo, putrefacto por efecto del tiempo y de la tierra, había dejado desnudos y descarnados junto a sus grilletes.  Reunidos los huesos se entierran a costa del erario público. Después de esto la casa quedó al fin liberada del fantasma, una vez fueron enterrados sus restos convenientemente.
12. Doy crédito ciertamente a quienes me han confirmado estos hechos; yo mismo puedo confirmar otro suceso a los demás. Tengo un liberto no ajeno al cultivo de las letras. Con él descansaba su hermano menor en el mismo lecho. A este le pareció ver a alguien sentado en la cama, moviendo unas tijeras sobre su propia cabeza, y que incluso le cortaba algunos cabellos de la coronilla. Cuando amaneció, él mismo tenía una tonsura en su coronilla y se encontraron sus cabellos cortados en el suelo. 13. Poco tiempo después, de nuevo un hecho similar al anterior confirmó lo que había ocurrido. Uno de mis pequeños esclavos dormía entre otros muchos niños en la escuela. Llegaron a través de las ventanas (así nos lo cuenta) dos figuras vestidas con túnicas blancas, cortaron el pelo al muchacho acostado y se retiraron por donde habían llegado. La luz del día muestra también a este niño con la tonsura y los cabellos esparcidos en derredor. 14. Nada memorable pasó después, a no ser acaso que no llegué a ser reo, si bien lo hubiera sido en caso de que Domiciano, bajo cuyo poder estas cosas ocurrieron, hubiera vivido más tiempo. En efecto, en su caja de documentos, se encontró un escrito entregado por Caro que estaba referido a mí. De esto puede deducirse que, como es costumbre para los presos dejar crecer el pelo, los cabellos cortados de mis esclavos fueron señal de que el peligro que me acechaba había sido abortado.
15. Por tanto, te ruego que hagas uso de tu erudición. Es asunto digno para que lo consideres largo y tendido, y yo no soy ciertamente indigno de que me hagas partícipe de tu saber. 16. Aunque sopeses los pros y los contras de las dos opiniones (como sueles), inclínate más por uno de los dos lados, para no dejarme suspenso en la incertidumbre, dado que la razón de consultarte fue la de dejar de dudar. Saludos.”

Hay comentarios muy específicos sobre prácticas esotéricas en las  obras de Apuleyo, un escritor romano de África. Aparte de su celebérrima novela el “El asno de oro”  que describe una metamorfosis monstruosa con intervención de poderes divinos, en su “Apologético” pretendía rebatir la acusación de que había ejercido la magia negra, pero dejaba claro, en cualquier caso, que estaba familiarizado con estas actividades prohibidas.


Flegon, liberto griego del emperador Adriano se hizo eco de una hórrida historia de nupcias necrofílicas en “Filinnion y Machates”, que nos ha sido transmitida por Proclo.
En la biografía escrita por el griego Filóstrato  ( 170-245 d. c. ) sobre  un “hombre santo” de Asia Menor, Apolonio de Tiana,  le atribuía toda clase de prodigios tales como las capacidades adivinatorias e incluso la resurrección de una muchacha muerta, así como manejo sobre todo tipo de espectros, demonios y poseídos. Reunía en su persona todas las características que señalaban a un “hombre santo”. Ascetismo, conciliábulos con los dioses y otros sabios mortales, capacidad oratoria para transmitir sus experiencias que atraía un círculo de discípulos que propagaban su fama y doctrinas.


No es un caso único. En la biografía del filósofo Plotino escrita por su discípulo Porfirio ( 232-305 ) se relata como Plotino escapó a una maldición astral lanzada contra él por un hechicero rival, y como hábilmente la volvió contra este.

Para ampliaciones sobre el tema de la tradición espectral entre los antiguos griegos y romanos, existe una obra editada este mismo año Fantasmas, brujas y magos de Grecia y Roma, y si preferimos fuentes primarias, esta disponible una  compilación de papiros del Egipto helenístico-romano TEXTOS DE MAGIA EN PAPIROS GRIEGOS

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