martes, 13 de noviembre de 2012

Reseña literaria: Breda 1625



Inmortalizada por el cuadro de Velázquez “La rendición de Breda” ( más conocido como “Las lanzas” ) este episodio de armas exhibe uno de los más esforzados y loables éxitos de los Tercios de Flandes, el contingente  español que defendía en el territorio crucial de los Países Bajos la voluntad de los  Habsburgo de Madrid.

Esta obra de Mario Díaz Gavier nos traslada acertadamente al escenario europeo de principios del siglo XVII: las tensiones entre dos de las grandes potencias de la época, España y Holanda, resueltas temporalmente en la llamada tregua de los doce años ( 1609-21 ) volvieron  a rebrotar con la llegada de una nueva generación de dirigentes: Mauricio de Nassau por el lado neerlandés y Felipe IV y el conde-duque de Olivares por el hispánico. Insertada en una partida política mucho más amplia que alcanzaba Asia, América y el control de las rutas oceánicas, si bien su marco principal era el suelo europeo, la poderosa fortaleza de Breda constituía un punto esencial entre los católicos Países Bajos españoles, con capital en Bruselas, y las calvinistas Provincias Unidas de Holanda y Zelanda, “la gran ciénaga de Europa” como las definía un viajero inglés del periodo por su peculiar geografía. Precisamente la descripción de  su intricado sistema de canales, fosos, taludes de tierra, diques y campos planos primorosamente cultivados sirven al autor de la obra para trasladarnos a las condiciones que tuvieron que afrontar los contendientes. De hecho, uno de los capítulos del volumen está dedicado a las “fortificaciones de la época”, donde se desgranan minuciosamente las técnicas de la guerra de posiciones y asedio: los revellines, glacis, bermas, trincheras, hornableques,y demás elementos de la ingeniería de las fortificaciones se deslizan ante la vista del lector  acompañadas de múltiples gráficos y planos de los recintos elaborados con las características formas de estrella en los diseños del periodo, consagrados décadas más tarde por Vauban.

 Asistimos a los padecimientos, trabajos y escaramuzas  de los ejércitos enfrentados por la posesión de la plaza de Breda, las dudas del general sitiador, Ambrosio de Spínola, las maniobras fallidas de auxilio intentadas por Mauricio de Nassau, el duro invierno de 1624-25, especialmente riguroso con los sitiadores guarecidos en refugios improvisados, las excavaciones de zapa,  y el desvío calculado de los cursos de agua, los diversos golpes de mano y la desesperanza final de los sitiados al agotarse las provisiones. 

La conclusión del enconado duelo se obtuvo con un pacto benigno. En la mañana del 5 de junio la guarnición holandesa de 3.240 hombres fue autorizada a evacuar Breda. Entre la ciudad y la vasta obra de la línea de contravalación erigida por los Tercios, tuvo lugar la entrevista entre Spinola y Justino de Nassau. Los holandeses inclinaron sus banderas en homenaje ante los vencedores españoles, aunque pudieron conservarlas. Las fuerzas  españolas entraron pacíficamente en la localidad respetando a sus habitantes y restablecieron el culto católico. La noticia corrió como la pólvora entre las cortes europeas.

Velázquez plasmaría para la eternidad ese instante de reconciliación en su admirable pintura.



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