La versión de Ciano. El caso de este personaje fue enrevesado al ser el marido de Edda, una de las hijas de Mussolini. A pesar de las
inevitables presiones y escenas familiares, el líder italiano rechazó
entorpecer el proceso. Edda continuó con sus maniobras, alternando amenazas y
súplicas. Acusó en particular a Ribbentrop de las desgracias de Ciano,
afirmando que todo se debía al contenido de sus diarios. Pero no parece que los
alemanes se mostraran muy interesados en el destino de los mismos.
Ciano estaba bajo un rígido control especial en el antiguo
convento de los carmelitas descalzos de Verona, convertido en prisión para los
partidarios de Badoglio, desertores administrativos y policiales, y los
primeros partisanos. El 19 de octubre, extraditado desde Alemania, llegó Ciano.
Paralelamente llegaron Marinelli, Cianetti, Gottardi y Pareschi, presos hasta
entonces en Roma fueron trasladados el 4 de noviembre de 1943. El valioso preso era
estrechamente vigilado por miembros de las SS y la presencia equívoca de la
interprete y secretaria Alice von Wedel.
Al empezar su declaración sCiano e mostró eufórico y se mostró indignado
por las acusaciones de traición. Tras la intervención apaciguadora de Cersosino
(el juez que incoaba los expedientes), Ciano prosiguió más calmádamente. Primero
alegó su nula relación con Badoglio. Había atendido la propuesta de Grandi de
otorgar el mando al rey, y culpaba a los alemanes de no proporcionar el apoyo
necesario. Él no pensaba que al firmar y votar afirmativamente la orden del día
caería el régimen. Acusó a los extremistas fascistas de odiarle y buscar su persecución,
mencionando específicamente las acusaciones lanzadas por Farinacci, Scorza y Buffarini.
Hizo algunas menciones a su fortuna económica, cuya cuantía
aminoraba. Después del 25 de julio había
recibido garantías del rey de no ser perseguido. Fue atraído con artimañas por
los alemanes, que no condujeron a España como Ciano pretendía. De nuevo alardeó
del contenido de su diario, al que otorgaba importancia excepcional.
Tras un receso para calmarle, se preparó el acta. Ciano se
identificó, mencionó su carrera de diplomático, experiencia militar y cargos
(ministro de Prensa y Propaganda, Exteriores, y Santa Sede) Rechazó las acusaciones por
absurdas. En el Gran Consejo apoyó la necesidad de mantenerse al lado de
Alemania en el conflicto. Sus actividades en los días previos las describiría
en un futuro memorial. Argumentó que al votar la orden de Grandi quería formar
un bloque nacional amplio y despojarle de su carácter partidario a la guerra,
en favor de una empresa bélica italiana comprometiendo al rey.
La versión de Bono.
En su identificación inicial hizo un alegato recordatorio de sus amplios méritos como fascista fundador, como militar colonial, y como funcionario del estado.
Puntualizó que solo había sostenido en los últimos años tres encuentros directos con Grandi. A continuación pasó a relatar sus preparativos para el Gran Consejo: un encuentro previo con Mussolini el 21 de julio, notificándole el malestar con la dirección de la guerra. Bottai y De Cicco, que estaban presentes, reivindicaron activar los órganos constitucionales; Farinacci protestó contra la labor del Estado Mayor y de ciertos generales (Bono no quiso especificar cuales). Por otra parte Giurati mostró señales de desmoralización, al opinar que en 20 años el gobierno fascista no había creado gran cosa, levantando la ira de Mussolini.
El viernes 23 de julio Bono recibió la invitación para el Gran Consejo. Al mediodía del 24 de julio Bignardi le visitó y le entregó la orden del día de Grandi. Iniciado por la tarde la reunión, Bono recordó que Mussolini la inauguró leyendo dos cartas de Badoglio, y después pasó a resumir el panorama militar. A continuación intervino el propio Bono, presentando el dilema “capitular o resistir”. Apostó por la segunda pero señalando la necesidad de hallar los medios para ello. Fue aplaudido por todos los asistentes. A continuación intervinieron Farinacci criticando agriamente a los estados mayores del Ejército y la Marina solicitando su sustitución, y luego habló Grandi exigiendo la reactivación de los órganos constitucionales. Siguieron otros de los presentes, aunque Bono mencionó en particular a Bottai por la crudeza de su discurso, afirmando el incumplimiento de las leyes por parte del gobierno fascista. Mussolini volvió a hablar, reconociendo que si la orden del día era aprobada su desempeño como gobernante se vería afectado, aunque aún confiaba en recibir el apoyo del rey.
Bono cayó en una contradicción cuando el juez le preguntó porque votó afirmativamente la orden. Respondió que no se le pasó por la cabeza que el Duce pudiese perder el control del gobierno, y que las palabras de Grandi y Marsico sobre el carácter permanente del mandato de Mussolini le tranquilizaron al respecto. Según la explicación de Bono sostenía que el cambio solo afectaría al mando de las fuerzas armadas, para conseguir la confianza del ejército. Lo acaecido el domingo 25 de julio le habría llegado por comunicaciones telefónicas.
No presentó ningún escrito peticionario o exculpatorio. Solo invocaría el testimonio del propio Mussolini.
La versión de Bono.
En su identificación inicial hizo un alegato recordatorio de sus amplios méritos como fascista fundador, como militar colonial, y como funcionario del estado.
Puntualizó que solo había sostenido en los últimos años tres encuentros directos con Grandi. A continuación pasó a relatar sus preparativos para el Gran Consejo: un encuentro previo con Mussolini el 21 de julio, notificándole el malestar con la dirección de la guerra. Bottai y De Cicco, que estaban presentes, reivindicaron activar los órganos constitucionales; Farinacci protestó contra la labor del Estado Mayor y de ciertos generales (Bono no quiso especificar cuales). Por otra parte Giurati mostró señales de desmoralización, al opinar que en 20 años el gobierno fascista no había creado gran cosa, levantando la ira de Mussolini.
El viernes 23 de julio Bono recibió la invitación para el Gran Consejo. Al mediodía del 24 de julio Bignardi le visitó y le entregó la orden del día de Grandi. Iniciado por la tarde la reunión, Bono recordó que Mussolini la inauguró leyendo dos cartas de Badoglio, y después pasó a resumir el panorama militar. A continuación intervino el propio Bono, presentando el dilema “capitular o resistir”. Apostó por la segunda pero señalando la necesidad de hallar los medios para ello. Fue aplaudido por todos los asistentes. A continuación intervinieron Farinacci criticando agriamente a los estados mayores del Ejército y la Marina solicitando su sustitución, y luego habló Grandi exigiendo la reactivación de los órganos constitucionales. Siguieron otros de los presentes, aunque Bono mencionó en particular a Bottai por la crudeza de su discurso, afirmando el incumplimiento de las leyes por parte del gobierno fascista. Mussolini volvió a hablar, reconociendo que si la orden del día era aprobada su desempeño como gobernante se vería afectado, aunque aún confiaba en recibir el apoyo del rey.
Bono cayó en una contradicción cuando el juez le preguntó porque votó afirmativamente la orden. Respondió que no se le pasó por la cabeza que el Duce pudiese perder el control del gobierno, y que las palabras de Grandi y Marsico sobre el carácter permanente del mandato de Mussolini le tranquilizaron al respecto. Según la explicación de Bono sostenía que el cambio solo afectaría al mando de las fuerzas armadas, para conseguir la confianza del ejército. Lo acaecido el domingo 25 de julio le habría llegado por comunicaciones telefónicas.
No presentó ningún escrito peticionario o exculpatorio. Solo invocaría el testimonio del propio Mussolini.
La versión de Tullio Cianetti. Nació en 1899 en Asís.
Ejerció de puesto de presidente de la Confederación fascista de la Industria y
de ministro de las Corporaciones desde 1940 a 1943. Se exilió a Mozambique,
donde residió hasta su muerte en 1976.
En su declaración ante el juez Cersosimo afirmó que había
sostenido una charla con Mussolini el día 23 de julio de 1943, previa al Gran
Consejo Fascista.
En ella Mussolini le mencionó que se había formado una
facción de políticos y militares partidaria de tratar con los Aliados aceptando
una rendición incondicional. Cianetti le habría invitado entonces a recurrir a
medidas draconianas para evitarlo, haciendo alusiones a fusilamientos.
La mañana del 24 de julio de 1943 Cianetti aceptó una petición
para encontrarse con Grandi.
Mientras acudía al despacho se cruzó con
Farinacci, que le comentó la ambigüedad
de la “Orden del día” preparada por Grandi para la reunión. Una vez reunido con
este, en presencia de Bottai, Cianetti dio su conformidad al contenido de la
“Orden del día” puesto que recogía su preocupación acerca de la unión de todas
las fuerzas para resistir. Objetó el
último punto referido a la intervención de la Corona, aunque Grandi le
tranquilizó al puntualizar que solo se trataba de implicar a la monarquía en la
guerra y aligerar por tanto la carga que venía soportando el Duce. Cianetti hasta se mostró dispuesto a patrocinar la propuesta
de Grandi, aunque finalmente no la firmó. Recordaba que De Vecchi, Bono,
Bottai, Acerbo y Bignardi si lo hicieron.
Mussolini dio al Gran Consejo una explicación de la
situación militar. Grandi se declaró partidario de continuar la guerra, pero
reprochó la que calificó como escisión entre el régimen y el pueblo, censurando
asimismo la gestión del partido fascista. Era necesario que la Corona, dijo,
asumiese la responsabilidad en la dirección del ejército, dejando al Duce la
gestión interna y del partido fascista. Bottai y otros intervinieron con
declaraciones parecidas. Scorza respondió defendiendo la actividad del partido.
Hubo un intento de levantar la sesión pero Grandi exigió su continuación.
Antes de la 22 horas hubo un receso, al que siguieron más
intervenciones, entre ellas la del propio Cianetti. Argumentó que había apoyado
la orden del día por la necesidad de una mayor implicación de la Corona y los
organismos constitucionales; las informaciones periodísticas debían ser más
claras con los fracasos y la gravedad del momento. Pero añadió que si la orden
de Grandi perturbaba al partido, debía apoyarse la de Scorza. Después intervinieron Grandi y Bottai (
Cianetti no indicó con que discurso)
La versión de Gotardi. Nacido en 1899, fue secretario de la
Confederación de Trabajadores de la Industria. Sería fusilado en 1944 a raíz
del proceso de Verona.
Alegó enfáticamente la ausencia de una consigna clara por
parte del Duce para justificar su decisión de apoyar la “Orden del día” del 24
de julio. Gotardi era responsable del abastecimiento, y utilizó esta
responsabilidad para señalar que siendo un puesto tan absorbente en las circunstancias que vivía Italia en 1943
necesariamente lo alejaba de
cualesquiera especulaciones políticas. Atribuyó el resultado de la votación del
24 de julio a una equivocada valoración de las circunstancias y palabras.
Recordó que la asamblea de la Confederación sindical el 29 y 30 de junio con
los secretarios de las uniones provinciales mantuvo un clima de defensa de la
revolución fascista, que fue plasmado en la Revista Sindical de Confindustria.
Gotardi invocó que era ajeno a las reuniones políticas y la
red de visitas e intrigas. Asimismo señaló que era su primera participación en
el Consejo tras recibir el cargo de presidente de la Confederación de los
Trabajadores de la Industria.
El viernes 23 de julio recibió a Bignardi, que hizo mención
de la necesidad perentoria de la participación del Rey ante la seriedad de la
situación tras el desembarco Aliado en Sicilia. En la mañana del sábado 24 de
julio notó que los periódicos no se hacían eco de la reunión. Charló con
Cianetti, que se mostró poco clarificador. Del Consejo citó la exposición del
panorama militar que hizo Mussolini, y especialmente lo que calificó de falta de una orientación clara sobre el
sentido del voto. Gotardi no habló durante el debate.
Como reflexión final,
consideraba que en la caída del fascismo
tuvo más relevancia la actitud del Rey y
el plan del golpe de estado ideado por sus consejeros políticos y militares que
la decisión tomada por el Consejo.
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