A la muerte del gran Suppiluliuma, le sucedió su hijo
Arnuwanda II que falleció al poco. Subió entonces al trono Mursilis II
(1320-1295 a.c.), heredero joven. Tuvo que emplearse a fondo por los efectos de
una epidemia de peste, las habituales correrías de los bárbaros gasga que
dominaban los antiguos santuarios hititas de Nerikka y otros enclaves norteños,
y sobre todo, las dificultades para mantener el orden en Arzawa y en Siria. En
esta última pudo contar con el concurso de sus hermanos Telepinu de Alepo y
especialmente de Piyassilis de Karkemish (Pyassilis adoptó el nombre de Sarri-Kusuh
al subir al gobierno de la ciudad), que le ayudaron a yugular un movimiento
rebelde iniciado en Nuhashe y Qadesh y extendido a Ugarit. Los egipcios
intervinieron entonces de la mano de su nuevo faraón Horemheb, pero fueron
repelidos. Mursilis II recompuso el cuadro en la región con una nueva serie de
tratados con Alepo, Ugarit, y Amurru, y ayudó a Karkemish a soportar la presión
asiria.
En cuanto a Arzawa y su díscolo rey Uhhaziti, fue precisa
una campaña personal del rey hitita, que acudió hasta el Egeo para apagar el
peligro. Otros estados egeos-anatólicos del suroeste como Sheha, Hapalla y
Kuwaliya, que habían formado coalición
con Arzawa, se apresuraron a firmar acuerdos de amistad con el victorioso Mursilis
II, aunque el rey de Kuwaliya, Mashhuiluwa, demostró más tarde no ser de fiar.
Con el hijo y sucesor de Mursilis II, Muwatalis II
(1295-1272 a.c.) se acentúa el desplazamiento del centro de interés del estado
hitita hacia el sureste. Hattusas mantuvo la capitalidad oficial. Sin embargo,
en ella permaneció solo un virrey, Hattusilis, hermano de Muwatalis, mientras
la corte real se desplazaba a Tarhuntasha, al sur, simbolizando el nuevo eje
del poder hitita. Muwatalis II tuvo que enfrentarse a los asirios de
Adad-Nirani I que acaban de atraerse al último resto de Mitanni (Hanigalbat) y
a los egipcios que bajo Ramsés II
instigaron la defección de Amurru y realizaron una campaña que fue frenada por
las tropas hititas en la batalla de Qadesh, ampliamente celebrada en los
monumentos ramésidas.
Urhi-Teshub, hijo de Muwatalis II, repuso la capitalidad en Hattusas. Pronto se vio
desplazado por su tío Hattusilis III.
Este procuró ensayar una fórmula pactista con Egipto, que establecía la
igualdad formal entre ambas partes y certificada con la entrega de una princesa
hitita a Ramsés II. En cambio, una de sus cartas al rey asirio Adad-nirani rechaza el intento de acercamiento con un cortante: "¿acaso somos hijos del mismo padre o de la misma madre?"
A su muerte fue sucedido por
Tudhaliya IV (1237-1209 a. c.), que se declaró molesto con la usurpación
efectuada tiempo atrás por su padre. No pudo evitar la anexión formal de
Hanigalbat por los asirios , y se tuvo que conformar con poner firmes a sus
vasallos sirios ( Amurru, Ugarit) que flirteaban con el poder afirmado al este
del Eúfrates o comerciaban con él. Hay un interesante documento en el que
Tudhaliya IV exige al rey vasallo de Amurru, Shaushgamuwa, el cese de ese comercio y del tránsito de
mercaderes de la egea Akhiyawa hacia los puestos asirios:
" Si el rey de Egipto es amigo de mi majestad, él sera tu amigo. Pero si es enemigo de mi majestad, él será tu enemigo. Y si el rey de Babilonia es amigo de mi majestad, él será tu amigo. Pero si él es enemigo de mi majestad, él será tu enemigo. Puesto que el rey de Asiria es enemigo de mi majestad, del mismo modo será también tu enemigo. Tus comerciantes no visitarán Asiria y tú no permitirás la visita de los suyos en tus tierras. Él no cruzará por tus territorios. Pero si lo hiciera, lo apresarás y lo enviarás a mi majestad. (Que) esto quede bajo (tu juramento)...(No permitirás que) ningún barco de Ahhiyawa le visite"
Otro documento del periodo, la "carta de Milawata" indicaría la toma de control de la ciudad de Mileto en el Egeo por los hititas, hasta entonces importante posesión de Ahhiyawa, una afortunada expansión que seguramente indicaría más bien aprovechamiento oportunista de la crisis de Ahhiyawa que un vigor hitita.
La sensación de impotencia se incrementa con Arnuwanda III (1209-1207 a.c. ) Dirigió una expedición para ocupar Alashiya (Chipre), aparentemente con éxito, pero los llamamientos hechos pidiendo fidelidad a sus vasallos en Siria y Anatolia demuestran que ya no se podía contar con muchos de ellos, y que las amenazas se estaban multiplicando. La impotencia toca fondo con Suppiluliuma II (1207-1178? a.c.). Aunque fue capaz de intervenir con más eficacia en Chipre, no pudo frenar las tendencias centrífugas. Vagamente se puede apreciar la existencia de disidencias localizadas en Tarhuntasha, que tuvieron que ser sofocadas con el envío de tropas. Los últimos mensajes entre el rey y sus vasallos sirios demuestran la existencia de una seria amenaza en las costas del sur del imperio, probablemente debido a la presencia de los Pueblos del Mar. Parece ser que Suppiluliuma II concentró sus fuerzas en Lukka (la clásica Licia) para bloquear las agresiones, pero seguramente sus ejércitos fueron completamente barridos por los Pueblos del Mar en circunstancias que se desconocen, ya que poco después estos invasores arrasaron el litoral sirio y aniquilaron a Ugarit y otras localidades de la zona. Simultáneamente, la indefensa Hattusa también fue destruida. Tal vez fue víctima de los protofrigios que se habían desplazado desde Europa en el mismo torbellino que había puesto en marcha a los Pueblos del Mar; también es posible que fuera víctima de sus viejos enemigos, los bárbaros gasga. Todo son conjeturas puesto que la documentación hitita cesa y solo queda el rastro arqueológico de la aniquilación.
" Si el rey de Egipto es amigo de mi majestad, él sera tu amigo. Pero si es enemigo de mi majestad, él será tu enemigo. Y si el rey de Babilonia es amigo de mi majestad, él será tu amigo. Pero si él es enemigo de mi majestad, él será tu enemigo. Puesto que el rey de Asiria es enemigo de mi majestad, del mismo modo será también tu enemigo. Tus comerciantes no visitarán Asiria y tú no permitirás la visita de los suyos en tus tierras. Él no cruzará por tus territorios. Pero si lo hiciera, lo apresarás y lo enviarás a mi majestad. (Que) esto quede bajo (tu juramento)...(No permitirás que) ningún barco de Ahhiyawa le visite"
Otro documento del periodo, la "carta de Milawata" indicaría la toma de control de la ciudad de Mileto en el Egeo por los hititas, hasta entonces importante posesión de Ahhiyawa, una afortunada expansión que seguramente indicaría más bien aprovechamiento oportunista de la crisis de Ahhiyawa que un vigor hitita.
La sensación de impotencia se incrementa con Arnuwanda III (1209-1207 a.c. ) Dirigió una expedición para ocupar Alashiya (Chipre), aparentemente con éxito, pero los llamamientos hechos pidiendo fidelidad a sus vasallos en Siria y Anatolia demuestran que ya no se podía contar con muchos de ellos, y que las amenazas se estaban multiplicando. La impotencia toca fondo con Suppiluliuma II (1207-1178? a.c.). Aunque fue capaz de intervenir con más eficacia en Chipre, no pudo frenar las tendencias centrífugas. Vagamente se puede apreciar la existencia de disidencias localizadas en Tarhuntasha, que tuvieron que ser sofocadas con el envío de tropas. Los últimos mensajes entre el rey y sus vasallos sirios demuestran la existencia de una seria amenaza en las costas del sur del imperio, probablemente debido a la presencia de los Pueblos del Mar. Parece ser que Suppiluliuma II concentró sus fuerzas en Lukka (la clásica Licia) para bloquear las agresiones, pero seguramente sus ejércitos fueron completamente barridos por los Pueblos del Mar en circunstancias que se desconocen, ya que poco después estos invasores arrasaron el litoral sirio y aniquilaron a Ugarit y otras localidades de la zona. Simultáneamente, la indefensa Hattusa también fue destruida. Tal vez fue víctima de los protofrigios que se habían desplazado desde Europa en el mismo torbellino que había puesto en marcha a los Pueblos del Mar; también es posible que fuera víctima de sus viejos enemigos, los bárbaros gasga. Todo son conjeturas puesto que la documentación hitita cesa y solo queda el rastro arqueológico de la aniquilación.
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