La reconquista del Reino de Murcia acaecida en los años 1242-1266 representa una de las fases del largo proceso de por el cual se restituyó a la órbita de la civilización occidental de tradición cristiana y latina los territorios peninsulares arrebatados por el Islam tras la destrucción de la Hispania Visigoda, a principios del siglo VIII de nuestra era.
Protagonizada por los reinos de Castilla, Aragón y Portugal, alrededor de los cuales se habían ido aglutinando el resto de entidades cristianas del norte ibérico, la dilatada pugna entre las fuerzas de Occidente y Oriente en el solar hispánico tomó un rumbo definitivo tras la gran victoria de las Navas de Tolosa, ganada en 1212 por un ejército coaligado de castellanos, aragoneses y navarros sobre el poder norteafricano e integrista de los Almohades. Este éxito representó la ruptura de la línea de defensa natural que formaban sierra Morena y la sierra del Segura: por un lado el valle del Guadalquivir con la pretérita capital califal, Córdoba, y por otro el valle del Segura, en el que se ubicaba la taifa de Murcia o cora de Tudmir, quedaban libres ahora de la influencia almohade y abiertos a las cabalgadas de la caballería castellana.
Aunque diversas peripecias de los estados cristianos, entre ellas la minoría de edad de Fernando III, estancaron la Reconquista algunos años, hacia 1241-1242 las fuerzas castellana estaban penetrando con escasa resistencia en la sierra de Alcaraz. El emir Mohamed al Dawla viendose acorralado por las disidencias internas y la presión de los aragoneses que terminada la toma de Valencia descendían por el litoral mediterraneo hacia el suroeste, envió embajadores a Fernando III, concentrado entonces en ultimar la captura del valle del Guadalquivir ( Córdoba estaba en sus manos desde 1236 ). El monarca, inoportunamente enfermo, delegó en su hijo Don Alfonso ( mas conocido posteriormente por su sobrenombre de " El Sabio " ) las negociaciones con los enviados de al Dawla. En febrero y abril de 1243 las reuniones culminaron en el pacto de Alcaraz por el cual Murcia quedaba integrada en la obediencia a Castilla, aunque en términos de protectorado, en el que los musulmanes podrían mantener sus actividades usuales pero por el que se establecían guarniciones castellanas en Murcia y en todas las fortificaciones entre Alicante y Lorca, se entregarían la mitad de las rentas públicas al fisco de Toledo y se aceptaba el nombramiento de un funcionario, el Merino Mayor, encargado de la administración del territorio. Las localidades de Mula, Lorca y Cartagena, rebeldes a al Dawla, se negaron a suscribir el acuerdo.
El infante Alfonso y sus tropas entraron en la ciudad de Murcia el 1 de mayo de 1243, instalandose en el alcázar de la población. Por una parte el infante debió encauzar el problema que seguían representado las pretensiones aragonesas sobre el ahora reino castellano de Murcia, y por otra, acabar con la insumisión antes reseñada de varias localidades islámicas. A pesar de algunos incidentes con los aragoneses en la zona de Villena, Don Alfonso logró una delimitación provisional de fronteras plasmada en el acuerdo de Almizra. Al frente de un poderoso contingente tambien consiguió someter en la primavera de 1244 a las díscolas Mula y Lorca. Cartagena, apoyada en su posición maritima resistió hasta el año siguiente, en que igualmente hubo de someterse a la égida de Don Alfonso.
De este modo el reino de Murcia castellano reproducía aproximadamente los límites de la taifa islámica, y esta a su vez hundía sus raices en la antigua provincia visigoda administrada por Teodomiro ( Tudmir ), en la época previa a la campaña islámica conducida por Aziz en los años 713 y 714. Es cierto que las apetencias aragonesas sobre Murcia no quedaron satisfechas del todo a pesar del acuerdo de 1244 donde se establecía la nueva frontera entre las dos potencias cristianas en la demarcación Villajoyosa-Alicante.
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