domingo, 8 de enero de 2017

ORIENTACIÓN SOBRE LA HISTORIA POLÍTICA HITITA

Los hititas eran un pueblo de nómadas indoeuropeos llegados a Asia Menor en torno a los siglos XXII-XX a.c.  Se impusieron a la población nativa, los hatti o prehititas, recibiendo el mismo nombre que estos. Los primeros registros que los mencionan son los archivos de los comerciantes asirios de Kanish. En ellos se pueden rastrear nombres de tipo hitita, luvita,  y hurrita, todos ellos antiguos pueblos nómadas de las estepas del norte, asentados en el cambio de milenio en Oriente Medio. Aparte hay algunos nombres hatti de los habitantes aborígenes. El reagrupamiento de los pequeños principados dará lugar al Primer Imperio  Hitita. Procedente de la ciudad de Kussara (de ubicación desconocida, Liverani la sitúa al noreste de Nessa) Anitta, hijo de Pithana, ocupó Kanish (Nessa para los hititas) y la convirtió en la capital. Su nombre aparece en los documentos de los mercaderes asirios. A continuación, aparece un vacío en las fuentes.

Hacia 1675  a.c. Hattusa (actual Bogazkale) era la nueva capital. Aproximadamente de esta época o poco antes dataría el semilegendario reinado de Labarna, que ha suscitado numerosas incógnitas y debates. Hay quien lo considera un personaje histórico, y otros investigadores lo consideran una idealización (“Labarna” según esta interpretación, sería un mero título real y no una persona física)
Con Hattusili I (1650-1620 a.c,) mejoran las fuentes, escritas en hitita y en acadio, el lenguaje internacional de la época. La capital quedó definitivamente fijada en Hattusa, en detrimento de Kussara. El rey primero tuvo que liquidar la resistencia interna de ciudades hititas como Zalpa y Shanahuitta Esta última era sede de un peligroso gobierno rival y resistió una primera expedición de Hattusili  , aunque algunos años después la sometió tras un duro asedio de seis meses. Este monarca emprendió ambiciosas incursiones más allá de la cordillera del Tauro ya en el segundo año de su reinado, tomando y arrasando Alalakh en Siria, y saqueando el reino de Urshum (actual Ganziatep). De hecho se conserva parcialmente un texto hitita titulado “El asedio de Urshum”.

En su tercer año marchó contra Arzawa, un estado cercano a la costa egea. Una incursión hurrita colocó al país en una situación complicada, superada rápidamente sofocando sublevaciones y escisiones, como la ciudad de Ulma ( la Ullamma en los textos paleoasirios), que fue devastada.

En el sexto año destruyó Hashshum (actual Marask) y Hahhum (seguramente la actual Lidar Huyük), cruzando el río Eúfrates. Su nieto Mursilis I (1620-1590 a.c. ) aniquiló Alepo desarticulando la confederación de Yamkhand que se remontaba al siglo XVIII a.c., y  seguramente también destruyó definitivamente a Ebla, otro prominente miembro de la confederación siria. Saqueó Babilonia en una incursión relámpago hacía 1595 a. c.

De los anales de Hattusil: “Nadie había pasado nunca el río Purattu (Eufrates). El gran rey, el Tabarna, lo vadeó a pie y sus tropas tras él lo vadearon a pie ¡Solo Sargón (de Akkad) lo había hasta hoy pasado! Éste había desbaratado las tropas de Hahhum. En la ciudad de Hahhum no había causado ningún daño y tampoco la había arrasado, y no había hecho ver su humo al dios de la tormenta. ¡Pero el gran rey, el Tabarna, después de haber aniquilado al rey Hashushum y al rey de Hahhum arrasó la ciudad, haciendo ver su humo al dios del sol de los cielos y al dios de la tormenta, y unció al rey de Hahhum delante de su carro!”


                              RITÓN ( VASO CEREMONIAL) HITITA. COLECCIÓN SCHIMMEL.

Hantilis I (1590-1560 a. c.) asesinó a su glorioso antecesor, pero se vio obligado a defenderse con dificultad de los ataques de los hurritas del Mitanni y de los bárbaros gasga de la cordillera Póntica, perdiendo las conquistas en Siria. Zidanta I accedió al poder tras numerosas intrigas palaciegas, terminando por ser depuesto por su propio hijo Anmuna. Huzziya, que había accedido al poder con nuevos crímenes, fue depuesto por su cuñado Telepinu (hacia 1525 a. c.). El nuevo gobernante pudo proporcionar algo de estabilidad a su pueblo restableciendo las fronteras, procurando ser prudente en la política exterior. Lo más interesante del reinado fue la introducción de mecanismo sucesorio claro, basado en la primogenitura, para poner fin a las usurpaciones continuadas de los años anteriores.

De los siguientes reyes, que conforman el periodo del "Reino Medio" Tahurwailis, Alluwamma, Hantilis II, Zidanta II y Huzziya II, se conservan pocas referencias. Gobernaron a los largo del siglo XV a.c., apartados del Mediterráneo y de Siria por el poderío de Mitanni. Muestra de esa fragilidad fueron los tratados suscritos en pie de igualdad con el reino de Kizzuwatna (la clásica Cilicia) en época de Tahurwailis y Zidanta II, para tratar el problema de los seminómadas que deambulaban entre las fronteras de ambos estados.

La historicidad de Zidanta II tambén ha sido comprobada con textos de cesión de tierras ( Keilschifttexte aus Boghazkoy XXXIV), y seguramente es el rey hitita al que los egipcios atribuyen intercambio de regalos y acuerdos diplomáticos con el faraón Tutmósis III, que en esa época ocupó Siria. El hijo y sucesor de Zidanta,  Huzziya II,  habría sido asesinado por un usurpador, Muwatalis I, también citado en  el documento Keilschifttexte XXXII

Después del asesinato de Muwatalis I a manos de dos altos funcionarios, Kantuzzili y Himuili, según el documento Keilschrifturkunden aus Boghazkoy XXXIV, seguido de un intervalo de anarquía, hacia 1425 a. c. entró en juego una nueva dinastía en la persona del enérgico Tudhaliya II. Combatió triunfalmente a Arzawa en el primer año de reinado y contra Ashushuwa en el segundo en el occidente anatolio. En el tercero dirigió varias refriegas contra los bárbaros gasga, y una campaña indecisa contra Ishuwa. En particular obligó a Kizzuwatna a convertirse en un protectorado.  Finalmente,  saqueó Alepo y  derrotó a las tropas mitanias que intentaron impedirlo. Arnuwanda I tuvo que sofocar sublevaciones de principados tributarios y rechazar de nuevo a los bárbaros gasga, de hecho hay indicios arqueológicos de daños en Hattusa que encajan con las incursiones de este pueblo.


El auténtico consolidador de este  Imperio Nuevo sería Suppiluliuma (1380-1340 a.c.) miembro de la familia real pero no de la línea principal. Desplegó uan fuerte actividad exterior, y representa el culmen del poderío hitita. Estableció una red de principados vasallos en torno al núcleo hitita, ligados familiarmente a la casa real. Primero contuvo a los bárbaros gasga y estableció un compromiso matrimonial casando a su hermana con el rey de Hayasha. A continuación puso su atención en el sureste. Sucesivamente anexionó Ishuwa (actual Keban) y Kizzuwatna eliminando a la dinastía local. Realizo una política de intrigas con Aziru de Amurru y Aitagama de Qadesh, en teoría vasallos de Egipto, para minar la posición de los asociados a Mitanni en el norte de Siria. Bruscamente desencadenó una ofensiva que permitió acorralar al rey mitanio Tushratta en su capital Washsukkanni. Un golpe de estado depuso al veterano monarca mitanio en favor de Artatama II, que pactó con el hitita aunque más tarde se aproximó a Asiria. En cualquier caso, las circunstancias permitieron a  Suppiluliuma aplastar sucesivamente a los vasallos mitanios de la región en una prolongada campaña de seis años. La capitulación de Karkemish, último de los estados díscolos redondeó la operación. No obstante los hititas hubieron de lidiar ahora con la hostilidad de Egipto, molesto por la pérdida de parte de sus protectorados y la derrota de su socio Mitanni. Pero las perturbaciones del país del Nilo debido a las secuelas de la herejía atonita permitieron consolidar el dominio hitita en Siria hasta el nacimiento del Orontes y los montes Líbano. En Alepo y Karkemish fueron colocados hijos de Suppiluliuma nombró como virreyes a dos de sus hijos, secundados por  un numeroso séquito de funcionarios hititas, con lo que la influencia cultural de este pueblo se afirmó en el norte de Siria. A pesar de esta considerable ganancia de influencia y riquezas para la élite dirigente, el país de Hatti empezó a dar algunos síntomas de agotamiento interno, como una creciente despoblación agravada por epidemias de peste transmitidas por prisioneros y refugiados de Siria.


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