martes, 2 de octubre de 2012

"CORONA GÓTICA" DE SAAVEDRA FAJARDO: EL REINADO DE EURICO ( EVARIC )

La obra del escritor murciano Diego de Saavedra Fajardo (1584-1648) “Corona Gótica” es un compendio acertado, y poco publicitado, de la historia de la monarquía visigoda en Hispania/España reflejada en 35 biografías correspondientes a los sucesivos dirigentes del reino entre los siglos V-VIII. Como excepcional latinista y meticuloso historiador, esta repleta de las notas textuales de los múltiples autores y documentos antiguos, medievales y modernos que se dedicaron a recoger los devenires de la Hispania Visigoda y que fueron consultados por Saavedra Fajardo para la elaboración de su estudio. San Isidoro, Sidonio Apolinar, Francisco Tarafa, Flavio Biondo, Fredegario, Rodrigo Jiménez de la Rada y muchísimos otros desfilan entre las fuentes de referencia. Con todo, de esa exclusiva dependencia de las fuentes documentales se derivaba una limitación, inevitable por otro lado debido a la escasez de trabajos arqueológicos sobre la etapa visigoda y por el recurso a las crónicas medievales de dudosa inspiración de las que hubo de echar mano nuestro autor para poder materializar las biografías de los últimas décadas del reino visigodo, cuando faltaban los relatos coetáneos a los acontecimientos.


Sin embargo Saavedra es lo suficientemente sincero como para reconocer la discrepancias de las fuentes en varios de los episodios que recrea. Y su talento literario y sus reflexivas disquisiciones sobre las formas de gobierno y comportamiento correctas en los dirigentes y en las sociedades, con independencia de sus especificidades culturales enriquecen el contenido de “Corona Gótica”



A continuación iremos presentando breves resúmenes de los diferentes liderazgos visigodos a la luz de la información proporcionada por el texto de Saavedra Fajardo, utilizando la edición del 2008 publicada en Murcia por Tres Fronteras Ediciones, con prólogo de J.L. Villacañas y revisiones de J.A. Molina

EURICO, SÉPTIMO REY DE LOS GODOS EN ESPAÑA ( 466-484 ):
Nuestro autor de referencia empieza considerando del papel de Eurico como organizador y pacificador a pesar de su violenta entronización ( tras el asesinato de su hermano Teodorico II, justo el capítulo-biografía anterior ) “ Considero Eurico que los reynos adquiridos con la espada, se mantienen con las leyes”. Saavedra aprovecha para efectuar una apología del legalismo. Después trata la paternidad disputada del primer escrito código visigodo “ Esta gloria de haber sido Eurico el primer legislador de los godos la atribuyen algunos al rey Alarico ( II ) su hijo y otras al rey Teodorico ( II )”

Sus ambiciones territoriales se revelan pronto, disputando a los suevos la posesión de la Lusitania y procurando suplantar la presencia romana en Hispania. Sus relaciones con Remismundo, el monarca suevo, eran tirantes puesto que además este era yerno del finado Teodorico II. En su política expansiva parece haber emulado el exitoso ejemplo del vándalo Genserico desde tres décadas antes “No menos le daba celos el rey de los vándalos en África, Genserico”. Menciona la maniobra diplomática de este para fomentar las ambiciones de Eurico de adoptar el señorío de Hispania y la Galia, máxime cuando el ya menguado imperio romano de occidente sufría vaivenes en su jefatura “ Para esto daba ocasión a Eurico las mudanzas del imperio occidental, cuyo ceptro era una llama que se apagaba”.

Tras establecer contactos cordiales con Genserico y el imperio romano oriental procedió a incautarse de Lusitania sin que Remismundo opusiera resistencia tal vez por disensiones en su propio reino en Gallaecia “ porque no se juzgaría seguro de la facción de su reino que antes se había opuesto a su corona”.

A continuación Eurico aseguró las ciudades de Zaragoza y Tarragona, lo que a su vez facilitó la capitulación de la Cartaginense “ se le rindieron las provincias de Cartagena y Toledo; siendo gran disposición para vencer el haber vencido

Finalizado este impresionante periplo peninsular, atendió al llamado del prefecto Arvando decidiendo trasladar sus apetencias expansivas a la Galia. A pesar de que el emperador Antemio, una vez descubiertas las maquinaciones de Arvando después de su arresto y juicio, cerró una alianza con el jefe bretón Riothinio, la capacidad militar de Eurico quedó de relieve en su rapidez de maniobra se impuso a los contingentes bretones.

Una vez neutralizados pudo volverse cómodamente contra los romanos pretextando discrepancias de límites. La vertiginosa sucesión de emperadores, Antemio, Olibrio, Glicerio y Julio Nepote ayudó a sus propósitos. Nepote envió una embajada a Eurico presidida por el reputado obispo de Pavía a la capital visigoda, Tolosa. El embajador le recordó a Eurico sus obligaciones “ tan poderosas son con los príncipes las amonestaciones desnudas de lisonjas de los prelados “. En este episodio es interesante la presencia del traductor León como intermediario, lo que demuestra que los reyes germanos mantenía su propia lengua en las audiencias oficiales. Con todo Eurico se mostró en su respuesta conciliador. Saavedra aprovecha este episodio para interponer una reflexión moral muy oportuna sobre como debe guardarse la palabra dada en todas las relaciones “en que ni la diversidad de religión ( refiriéndose a la fe arriana de los visigodos ) ni la tiranía del emperador Nepote le puede excusar , porque con todos se debe guardar inviolable la fe pública”.

Pero la tregua duró poco tiempo, y las campañas de los visigodos les reportaron el control de Cahors, Limonjes ( Limoges ) y Claramonte ( Clermont ) que fue defendida por el conde Ecdicio y el obispo Sidonio Apolinar, uno de los principales relatores contemporáneos de los hechos. Tampoco falta la evocación de detalles visuales que ayudan a recrear la moda de peinado del periodo: “ Eran en aquellos tiempos de mucho honor los cabelleras encrespadas y señal de castigo y afrenta la tonsura de la cual por humildad (…) usaron los clérigos y los eclesiásticos “.


Nepote, sobrecogido, ordenó a su magister militum Orestes que realizara preparativos bélicos. Orestes, de origen medio germánico, se sublevó y proclamó emperador a su hijo Rómulo Mamylo, apodado Augustulo por su niñez, mientras Nepote huía a Iliria solicitando en vano la ayuda de Constantinopla. Rómulo Augustulo tendría el dudoso honor de ser el último emperador romano de Occidente, cuando en el año 476 el jefe hérulo Odoacro recabó el apoyo de los mercenarios germánicos en Italia y lo depuso sin designar sucesor.

Entretanto Eurico sacó partido del desmoronamiento final del imperio y redondeó sus adquisiciones en Provenza entrando en Marsella y Arlés. Instaló su residencia en esta última hasta su fallecimiento por causas naturales, lo que le proporcionó margen para aleccionar a su hijo y heredero Alarico ( II ) sobre la necesidad de “respeto a sus sacerdotes, y en las artes de reinar (…) que fuese clemente, benigno y liberal con ellos [ los súbditos ], que les guardase justicia y que no intentase cosa grande y peligrosa sin el consejo de los grandes de su reino que conociese fieles

Eurico rey murió después de 17 años de una gobernación triunfal que permitió a los visigodos la hegemonía sobre la mayor parte de Hispania y la Galia.

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