REPRODUCIMOSEL ARTÍCULO DE ZAPATER ESPÍ SOBRE EL PROCESO DE ADULTERACIÓN DE OCCIDENTE Y SU DESARME MENTAL. EN EL TEXTO DESCRIBE DE MODO CLARO Y AGUDO LOS MECANISMOS DE LOS QUE SE HA VALIDO EL MUNDIALISMO PARA SOCAVAR A LOS PUEBLOS EUROPEOS.
Hace tan solo una semana, la noche del
sábado 3 de enero, TV2 obsequió a los ojos de los televidentes con un
programa documental sobre “los Locos Años 20”, en el que aparecían
imágenes inéditamente a color de aquella década loca que fue un fugaz
suspiro de paz entre las dos guerras mundiales. Lo que realmente
importaba del documental eran las imágenes, porque el locutor relataba
lo acontecido en aquella época de manera sutilmente manipuladora,
evidenciando su servidumbre a los dueños reales del poder del mundo
Occidental que todos conocemos, y que dirigen directa o indirectamente a
todas las grandes cadenas y medios de comunicación. La exhibición de
dicho programa me viene como anillo al dedo para comentar cómo se han
gestado en Europa las causas que han facilitado la previsible explosión
terrorista que hemos padecido esta semana en Francia.
Hay un antes y un después en el
Occidente europeo a partir de aquellos locos años 20. Convulsionadas por
el terrible recuerdo de una guerra infernal, los supervivientes a la
contienda y, sobre todo, aquellos que prosperaron haciendo grandes
negocios durante la misma, trataron de vivir el momento de la mejor
manera posible y entre ellos destacó una minoría privilegiada de hombres
de negocios, artistas, banqueros y aristócratas que vivieron en una
permanente y desenfrenada orgía, tratando de romper con todos los tabúes
que existían en la sociedad tradicional. Mientras millones de sus
compatriotas en Francia, Alemania o Gran Bretaña buscaban entre basuras
raciones de alimento o quemaban paquetes de billetes que no valían ni el
papel en el que estaban impresos, los privilegiados disfrutaban de
fiestas salvajes en las que no bastaba la cama redonda con bellas
actrices, sino que probaban satisfacer sus perversiones también con
jovencitos mientras consumían cocaína, que era introducida por vez
primera a gran escala en Europa para la satisfacción de un mercado tan
selecto. Jóvenes actrices y cabareteras, dejando pisotear su dignidad,
desfilaban completamente desnudas aupadas a hombros por unos caballeros
que las introducían en grandes salones donde otros menos decorosos las
pellizcaban y palpaban hasta que eran descabalgadas. Al amanecer grandes
salones aparecían repletos de botellas de vinos, licores y champagne
vacías, con sillas y mesas patas arriba. El epicentro de toda esta loca y
nocturnal orgía era París, que se convirtió en la Babilonia de la
Europa del primer tercio del siglo XX. Allí tuvo también sus comienzos
el cine porno con clientes tan selectos como el Rey Alfonso XIII de
España, que era provisto de las películas por el Conde de Romanones.
Según el locutor de la TV2, aquellos
artistas, empresarios y aristócratas representaban una Europa donde la
gente solo quería divertirse, (la Europa de las libertades), de las
jóvenes vanguardias artísticas en las que se ponía en solfa todo, y que
ridiculizaban libremente a la Iglesia, al Ejército y a todo lo que
tuviera que ver con el patriotismo o el nacionalismo. Frente a estos
“adalides de la libertad” existía una poderosa minoría organizada y
peligrosa, intolerante, representada por los camisas negras en Italia,
los camisas pardas en Alemania o L,Action Française en Francia, prestos a
exhibir la porra o el bastón para acallar el sacrosanto derecho a la
“libertad de expresión y de creación artística”.
Fue precisamente a partir de ese
pudridero en el que se convirtió Paris en los años 20 cuando se
generalizó en el mundo de la “Cultura” (léase en la izquierda), la
voluntad satírica de ridiculizar y no dejar ningún símbolo de la
sociedad tradicional impoluto: Se burlaban ya no solo del clero
(promiscuo en sus viñetas y películas pornográficas), sino incluso de
Dios, la Virgen y los Santos, y por supuesto de todos los héroes de la
patria, desde Juana de Arco hasta los caídos en el periodo 1914-1918.
Estas nuevas vanguardias (cubismo,
dadaísmo y otros gilipollismos), contribuyeron a la creación de un arte
demente y decadente, pero que contó con el respaldo de grandes poderes
económicos con el fin político deliberado de que minaran los cánones de
belleza clásicos que todavía existían en la Europa del momento. A los
detentadores del sentido del humor que el sistema permite se les rieron
las gracias mientras se burlaban de los dogmas de un cristianismo en
retroceso y decadencia, por el cual los cristianos de Europa ya ni
mueren ni matan, minado desde dentro por papas contrarios a la tradición
católica como Juan XXIII o Pablo VI, y favorecidos por una democracia
cristiana cada vez más demócrata y menos cristiana; pero llegó un día en
que se les ocurrió burlarse del Islam, y entraron en un terreno
peligroso.
La aparición hace unos años de viñetas
satíricas sobre Mahoma nace de un desconocimiento terrible, de una
ignorancia supina sobre la realidad del Islam como religión, o bien de
una irresponsabilidad suicida. Es el equivalente a arrojar una colilla
encendida en una estación de servicio. Primeramente porque en el Islam
se prohíben las representaciones humanas, sobre todo la del fundador de
la religión, y en segundo lugar por el ataque que sienten todos los
musulmanes en general (y no solo los radicales) por la ridiculización de
su venerado profeta. Los occidentales acostumbramos a valorar las cosas
a partir de nuestra estrecha visión de la realidad de mundo y de
nuestros prejuicios. Vivimos para vivir, como sea y a cualquier precio,
sin saber que aun existen civilizaciones en las que se concibe al hombre
como “ser para la muerte” como diría Heidegger. Y esto supone de
partida una grave desventaja para los europeos en la previsible tercera
guerra mundial que ya comienza entre mundo occidental y mundo islámico,
empujada y favorecida por el Estado de Israel y sus títeres
occidentales.
La perversión de costumbres en Europa,
extendida desde las clases altas hacia las más bajas (dicha extensión ha
sido la principal e imperdonable política social de la izquierda), que
acabó con la religiosidad y el patriotismo europeo (porque como dijo
Jean Marie Le Pen solo hay dos tipos de políticos: Los que aún creen en
la Patria y los que no, que son mayoría), en conjunción con el
servilismo de la política interior y exterior de los gobiernos europeos a
los intereses de las grandes finanzas, de Estados Unidos y de Israel,
nos han llevado al desastre y a los prolegómenos de una Tercera Guerra
Mundial que será racial y religiosa.
¿En verdad puede ser alguien tan
irresponsable como para no prever que la llegada descontrolada y masiva
de millones de inmigrantes islámicos no podía permitir la creación en su
seno de una minoría radical confundida en el anonimato con el resto de
su comunidad? ¿Puede alguien con un mínimo de sentido común no prever
que la política descaradamente pro sionista de los gobiernos
occidentales respecto a los conflictos con el mundo árabe (en particular
los genocidios cometidos contra los pueblos palestino e iraquí) no nos
podría pasar factura? De la misma manera, ¿No era previsible que el
apoyo descarado a los terroristas de las llamadas primaveras árabes
podía suponer la creación de un criadero de cuervos que se volvería
contra nosotros sacándonos los ojos a los europeos?
No puedo creer que la idiocia
estratégica de los políticos occidentales llegara a tanto, porque la
política te enseña a ser desconfiado; más bien creo que todos estos
políticos (Blair, Chirac, Zapatero, Sarkozy, Hollande, Merkel, Rajoy,
etc.) han actuado al servicio de intereses mundialistas a sabiendas de
todos estos riesgos porque realmente la prosperidad y seguridad de sus
pueblos respectivos les importan un bledo, y porque el éxito de sus
carreras como políticos depende del grado de sumisión y pleitesía que
rindan a los amos del mundo que bien conocemos los que militamos en este
partido.
Hoy todas las gallinas que cacarean por
la sacrosanta “libertad de expresión” que se nos niega a los patriotas
se preocupan sobre todo de la repercusión que estos atentados
terroristas tengan sobre la creciente “islamofobia”, hecho preocupante
cuya realidad nadie puede negar, pero más preocupante que el auge de la
islamofobia es el suicidio progresivo que representa la endofobia, y que
han promovido durante décadas medios de comunicación afines a aquél que
ha sido salvajemente atacado. Al fin y al cabo, el “odio al otro” se
puede curar conociéndolo, pero el odio a uno mismo es una enfermedad
incurable porque no nace de la desinformación o de prejuicios superables
con el tiempo, sino de una patología mental de auto-rechazo y
autojustificación perpetua a la que es muy propensa una parte importante
de la sociedad española, en particular aquélla que pertenece a la
izquierda o al separatismo.
¿Estaría dispuesto alguien a dar su vida
por la abstracta y relativa “libertad de expresión” que afirman los
políticos del sistema que gozamos en las sociedades de Occidente? No
conozco a ningún militar español que estuviera dispuesto a ello, y
supongo otro tanto pasará con los militares franceses. En cambio,
todavía hay decenas de miles de militares europeos dispuestos a dar su
vida por su Patria, realidad orgánica, biológica y tangible que incluye
el territorio de su Nación, sus conciudadanos, sus familiares y amigos,
su casa y todo el patrimonio histórico de su pueblo.
A los voceros del sistema que con sus
mass-media nos bombardean todos los días con sus lamentaciones
plañideras sobre la amenazada libertad de expresión yo les diría que el
día en que uno de estos desgraciados puedan llevar bombas atómicas
portátiles con las que destruir o al menos contaminar media capital de
un Estado se acabará vuestra puta falsa religión (la de los “derechos
humanos” que son solo para la minoría privilegiada), y de rebote vuestra
falsa puta democracia de partidos, porque como dice el penalista alemán
Günther Jakobs, será “o él o nosotros”, y los vetustos códigos
procesales ultra-garantistas ya no servirán ni para calentarnos en el
invierno más crudo del barbudo desierto yihadista, triste realidad que
contrastará con la falacia de las “primaveras árabes” promovidas por un
Occidente decadente, irresponsable y suicida.