A lo largo
del relato del reconocido geógrafo Estrabón son mencionados varios de las más importantes
industrias artesanales de la Hispania romana en el periodo Altoimperial (
siglos I-II ).
Los
astilleros de Gades ( Cádiz ), preservando la antiquísima tradición de los
navegantes fenicios, producían tanto navíos de altura como de bajura. Los
primeros incluso eran capaces de realizar travesías hasta Alejandría y
habitualmente transportaban mercancías hasta Ostia, el puerto de la ciudad de
Roma. Los últimos, de menor porte, eran conocidos como “caballos” por la forma
de su mascarón de proa y se utilizaban para pescar en las costas mauritanas, en
el actual banco sahariano. Esta manufactura naval se reproducía en muchos
puertos del sur de Hispania.
Vinculadas a
los equipamientos de los navíos y a otros usos estaba el trabajo del esparto en
Cartago Nova y sus alrededores Según describe minuciosamente Plinio, las
variedades idóneas de esparto solo se daban en esa área, y descalificaba el
esparto africano considerándolo inapropiado y sin las cualidades necesarias. El
esparto crecía de forma silvestre en los sectores esteparios, y tenía múltiples
aplicaciones: elaboración de camas, como combustible para el fuego y el
alumbrado, para la confección de calzado e incluso vestidos bastos.
Pero su
aplicación más exitosa era la cordelería, sobre todo cabos y aparejos para
barcos. Plinio describe el proceso de tratamiento de la materia prima, mediante
una sucesión de etapas de secado y maceración hasta obtener la fibra idónea que
era finalmente elaborada por los artesanos.
Otro
apartado ensalzado en las habilidades manuales de los artífices hispanos era la
metalurgia, herederas de las afamadas fundiciones célticas de la Meseta.
Diodoro Sículo y Filón de Bizancio mencionan los procedimientos y alababan la
calidad de los artículos resultantes. Marcial cita expresamente las fundiciones
de Bilbilis ( Calatayud ) y Turiaso.
Igualmente
reconocidos eran los núcleos textiles de Ampurias, especializados en el lino y
sucesores de la tradición colonial griega, y las abundantes tejerías que
florecían ene el sur hispánico, sobresaliendo los paños confeccionados por los
saltietes.
Respecto a
la alfarería, eran alabados los vasos saguntinos y los de Pisaroca ( Herrera de
Pisuerga ). En cerámica generalista se han localizado abundantes restos de
talleres por toda la Península ( Andújar, Uxama, La Catria, Oliva, Logroño,
Azanque, etc ) Otros elementos contenedores más finos se creaban con vidrio, en instalaciones ubicadas en Santa Colomba de
Somoza y Mataró.
En el apartado agroalimentario, aparte de las
innumerables transformaciones de vino y aceite de oliva ( por poner un ejemplo,
la almazara de la villa de Los Cipreses en Jumilla ), destacaba la producción
de salazones. Estrabón menciona factorías especializadas en salazón en
Mollaria, Baelo ( en el estrecho de Gibraltar ), en Malaca, Sexi, Baria y
Cartago Nova. La explotación salinera estaba asociada estrechamente a esta
actividad conservera. El producto estrella era el “garum sociarum”, una
cotizada salsa cuya elaboración narra Marcial: depositando en un recipiente de
30 litros una base de hierbas locales ( tomillo, orégano, anís, etc ) con
pescados despiezados ( sardinas,
salmones, anguilas, etc ) recubiertos de sal y dejados reposar y removidos después durante algo menos de un
mes.
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